Octubre 2025
Viajé con Álex, descubriendo rincones que no estaban en los planes. Fue un trayecto tranquilo, de pueblos pequeños y paisajes amplísimos.
Visitamos varios espacios naturales; aunque no siempre encontramos lo que esperábamos, cada parada tuvo algo especial.
Llegamos al anochecer, justo durante la berrea. Desde la carretera se escuchaban los ciervos bastante cerca y nos cruzamos con jabalíes, ciervas y otros animales que hicieron mágico ese primer contacto. También hicimos varias rutas oficiales del parque y visitamos centros de interpretación. Aun así, más allá de aves y algún movimiento lejano, la fauna fue tímida durante el día.
Recorrimos la ruta oficial sobre pasarelas y pequeñas islas de vegetación. Octubre no es el mejor momento: muchas zonas estaban secas y los flamencos apenas tenían color, pero aun así el paisaje mantiene un ambiente tranquilo y casi silencioso.
Caminamos varias rutas oficiales en Cabañeros, entre encinas, pistas abiertas y pequeños arroyos; y en Daimiel, recorriendo pasarelas sobre la turbera. Caminos sencillos pero muy distintos entre sí, que muestran la variedad de paisaje dentro de la misma comunidad.
Un conjunto de lagunas encadenadas, cada una con su tono y nivel, unidas por pequeñas caídas de agua. En esta época el caudal era discreto, pero el color del agua seguía siendo precioso y el entorno muy agradable para caminar.
Las Lagunas de Ruidera muestran una paleta de azules y verdes que cambia según la luz y el caudal. Entre orillas calmadas, pequeños saltos de agua y vegetación densa, el paisaje combina zonas abiertas con rincones más cerrados que invitan a detenerse. Un entorno perfecto para pasear con tranquilidad y disfrutar del agua en todas sus formas.
Visitamos lugares muy diferentes entre sí: el yacimiento prehistórico de la Motilla del Azuer, una estructura única en pleno campo; Chinchilla de Monte-Aragón, con su castillo y calles empinadas; y el Molino del Cerro Rubio, desde donde se ven algunas de las poblaciones de la zona extendiéndose en la llanura.
Los molinos se alinean en lo alto del cerro, perfectamente conservados y visibles desde lejos. Caminar entre ellos, con el viento empujando las aspas, es entender por qué esta imagen se ha convertido en el icono absoluto de la región.